jueves, julio 28, 2011

Un día de playa

Suele ser muy común escuchar a la gente hablar de la playa con alegría, entusiasmo y hasta fanatismo. La gente comenta lo mucho que le gusta ir a la playa y como le encanta sentarse en la orillita y relajarse.
Yo vivo en un pequeño pueblo costero con inmensas playas de arenas que son bañadas por aguas de la Bahía de Cádiz. Idílico, no?.............
Pues voy a hacer una pequeña descripción lo que es un día de playa para mí. 



Organizar el bolso de la playa es toda una aventura. 

1. Crema solar de factor 30 para los niños, 50 para mi marido y otra 15 para mí.

2. 4 toallas.

3. 2 o 3 bolsas pequeñas, por si acaso.

4. 2 paquetes pañuelos de papel.

5. Un par de manguitos para mi hijo pequeño. (Algunas veces llevo dos pares porque se rompen al intentar colocárselos en los bracitos y el niño se niega entrar en el agua hasta que no siente ambos brazos presionados por el plástico lleno de aire)

6. Gafas de sol para todos.

7. Gafas de bucear para el niño.

8. 3 o 4 botellas de agua casi congeladas. (Previamente colocadas en el congelador para que lleguen a ese estado)

9. Una muda de pantalón y camiseta para los niños. (Con niños nunca se sabe)

10. Algunas monedas para pagar al aparca-coches de turno, que se aprovecha de las circunstancias del verano e intenta hacer un dinerito. ¡Ahh! y las demás monedas para un polo de hielo que te pide los niños al salir de la playa. Quien se niega a este pequeño capricho con el calor que hace.

11.¡¡LA MERIENDA!! Para los niños por supuesto. Yo soy incapaz de comer en la playa nada que no esté en una bolsa de plástico y que tenga la misma cantidad de sal que la de mis labios tras salir del agua.

12. Un peine. Indispensable. (¿Te has mirado en un espejo justo después de salir de la playa? Cuando lo hagas entenderás porque digo que es sumamente necesario)

13. Móvil. Nunca se sabe si ves un hurto o un ahogamiento y tienes que llamar urgentemente a las autoridades pertinente para que vengan hacer su trabajo. O mejor aún, que te llamen y puedas decir eso de: "no, aquí en la playa descansado.."

14. Un buen libro o revista.

15. Un cubo, una pala, un rastrillo, un par de moldes, un colador, un embudo. Cuando llego a la playa y escucho a los niños pelearse por el único rastillo me pregunto porque no me traje dos de cada.

16. 2 0 3 esterillos para la playa.

17. Sombrilla 

Nunca voy a la playa antes de las 5 de la tarde. El calor suele ser insufrible y me es imposible organizarme para ir a primera hora de la mañana. Suelo ir anunciando que vamos a la playa un día o dos antes para así mis hijos me obliguen a cumplir con mi palabra.

Cuando llega el fatídico día D y hora H. Hago de tripas corazón y comienza mi cruzada.

Tras embadurnar a mis hijos y a mí misma en crema solar. -Cada uno la que le corresponde.- Cogemos todos los bártulos y nos metemos en el coche que lleva todo el día empapando calor del sol y está a unos aproximados 45ºC. Lo de ir en coche no es porque la playa este lejos de casa. Simplemente no me gusta volver de la calurosa playa llena de salitre y arena con la ropa raspándose contra la piel. No olvidare mencionar las constantes quejas de mis hijos, en el camino de vuelta, diciendo lo cansados que están, lo mucho que les duele los pies y las tremendas ganas que tienen de llegar a casa.

Al llegar al paseo marítimo tengo que armarme de gran paciencia para encontrar un sitio de aparcamiento mientras me enzarzo en una carrera automovilística con sevillanos, Jerezanos y otros ciudadanos de ciudades del interior de la península que aún no han desconectado del estrés de sus vidas cotidianas.

Hacemos nuestra entrada a la playa, siempre por los caminitos establecidos por el Ayuntamiento. Suelen ser caminos hechos por tablones de madera. No siempre están nivelados y mis hijos suelen hacer que el camino sea todo un desafío contra la gravedad.

Por fin llegamos a la tan temida arena caliente. Como todos sabemos andar por la arena no es nada fácil. Sobre todo cuando vas cargada con dos o tres bolsos grandes, sombrilla y demás enseres para el disfrute de la playa. No olvidemos que esta una constantemente vigilando que los niños no se me despisten entre la gente allí presente. Ahora buscar un lugar idóneo para montar el campamento. Ahí no que hay un grupo de adolescentes jugando al futbol, ahí tampoco porque hay cuatro familias con sus neveras, toldos y televisión haciendo algún tipo de convivencia, ahí menos que hay una pareja de homosexuales haciendo demostraciones de su amor y luego tus hijos te hacen preguntas comprometidas que no sabes cómo contestar ya que aún son muy jóvenes para comprender la vida como nos la quieren hacer ver.

¡LLEGAMOS! Entre una familia completa de abuelos, tíos, niños y padres y un grupo de ancianas, carbonizadas por el sol, que pasa el rato haciendo punto. (Aun no entiendo esta afición de hacer labores en la playa, supongo que no lo entenderé en la vida)

Primero las esterillas de playa, bien colocadas e intentando colocar unas piedras en sus esquinas para que el viento no las levante. La bolsas bien colocadas encima para que no entren en contacto con esta fina arena que se pega permanentemente a ellas y no se desprenden hasta que llegas a tu pulcra casa para instalarse allí hasta que llegue el siguiente verano.

En mi cabeza no cabe la posibilidad de dejar caer las toallas sobre la arena. ¿Porque? se preguntara más de uno.....Pues para mi secarte la cara y el cuerpo después de un baño en el mar no puede ir directamente relacionado con una exfoliación de la arena incrustada en los hilos de la toalla. Además por mucho que las sacudes y las lavas nunca vuelven a ser las mismas. Ver arena en los cajones de las toallas en febrero no es mi idea de unas toallas limpias.

Por fin he colocado cada cosa en su lugar. La sombrilla ubicada de forma que le de sombra a los niños. El bolso puesto estratégicamente para que la crema solar no se convierta en un líquido a punto de ebullición. Las chanclas colocadas en un lugar para que cuando decidas ponértelas no te causen quemaduras de tercer grado en las plantas de los pies. En fin.

Los niños están más que preparados para meterse en el agua y yo estoy en un estado de deshidratación por tanta sudoración, ¡UFF!

Ya dentro del agua. - que esta simple experiencia necesita una entrada para sí sola en mi Blog- me encuentro con una madre animando a su hijo hacer 'pipi' en la orillita, explicándole a la señora que la acompaña. "..Es que el niño no aguanta...el mar lo coge todo..." ¿¿QUE??....sin comentarios... Mis hijos que claramente vienen poco a la playa gritan con gran sorpresa. ¡¡Mamá, Mamá, el agua tiene sal!! Yo mientras pienso.- No lo digáis muy alto hijos míos que se van a creer que os tengo encerrado en un zulo.

La verdad que el rato que estamos dentro del agua luchando con las olas y haciendo demostraciones de la poca coordinación que tengo para subirme sobre una colchoneta inflable es divertido. Y lo que da más satisfacción es ver mis hijos disfrutar. Siempre y cuando no te golpee una lata de refresco que trae el oleaje o se te enrede una bolsa de plástico del 'Mercadona' entre las piernas.

Llega el momento de salir del agua.....Los niños corren hacia la orilla completamente desorientados sin saber con exactitud donde esta nuestro cuartel general. Yo grito sobre el ruido del oleaje y el murmullo de la gente para que me esperen porque temo que se van a perder. Por fin llegamos y los niños pisan mis pulcras esterillas dejando sus pequeñas huellas de arenoso pies sobre ellas... y ahora donde me siento yo!!

Intento aparentar calma y bienestar mientras mis hijos hacen excursiones, entre la gente, hacia la orilla para coger agua para elaborar su castillo de arena. Sonrío apretando los dientes mientras sacuden la pala llena de arena mojada, que cae sobre mí, y me dicen "¡Mira Mami como llueve arena!"

Tras dos o tres horas de un sol abrasador, saboreando labios resecos y salados, soportando la sensación de aspereza en la piel y sin parar de sacudirme las manos llenas de una sospechosa mezcla de crema solar, zumo derramado de la merienda de mi hijo y arena, hago el anuncio de que nos vamos a casa. Con sus respectivas consecuencias de quejas y llanto de parte de los niños que aún no les ha parecido suficiente la vivencia.

Comienza "Operación Salida de la Playa"

Como están absolutamente todas nuestras pertenencias rebozadas en arena, comienzo por enjuagar los cubos y las palas en la orilla de mar. Curiosamente sin gran éxito ya que cada vez que creo que ha llegado uno de los objetos de excavación limpio a una bolsa, mi hijo Julio lo ha sacado para así continuar con sus juegos.

Recojo las esterillas dándoles violentas sacudidas para intentar desprender todo aquello que se le haya pegado durante la jornada. No entrare en detalles para los que tenéis un estómago delicado.

Cierro con sumo cuidado la sombrilla porque si no se hace con exactitud no entra en la bolsa ceñida en la que venía cuando la compre. (Para hacer un inciso ya no uso la sombrilla y me he deshecho de ella ya que llego a un estado de oxidación digno de un documental.

Nos colocamos con cuidado las chanclas y nos dirigimos a las duchas públicas, vía pasarela de madera con sus antes mencionadas consecuencias. He aquí donde la cosa se pone verdaderamente esperpéntica. Por regla general se encuentra uno una larga cola de personas pacientemente esperando su turno para las dos únicas duchas a 200metros a la redonda. Me causa mucha ansiedad ver como un niño malgasta agua dulce para llenar sus cubos de plástico para luego tirarlos sin razón aparente a la arena. ¡Por fin nos toca a nosotros! Hago todo lo posible en retirar todo rastro de arena de las pequeños cuerpos de mis hijos y hacerlo con toda la rapidez posible para evitar la miradas penetrantes de los allí presentes. Nos secamos todo lo posible para que cuando lleguemos al coche no dejemos un antiestético surco en la tapicería de los asientos. No olvidemos que el coche lleva 2 o 3 horas en un parking bajo un sol de justicia. Así que los refrescantes baños en el mar no han servido para nada. La ropa se me pega a los brazos y espalda, las orejas las tengo rellenas de arena y el pelo tiene tacto de estropajo viejo.

Llegamos por fin a casa y comienzo a lavar toallas, bañadores, fregar chanclas y volver a colocar todo aquellos enseres que hay en la bolsa de la playa en su lugar.

Terminó el estrés de la experiencia.

La única satisfacción de ir a la playa: DUCHARTE DESPUES

Por si tienes alguna vez ganas de invitarme a la playa solo pido dos cosas:

- Que me avises con bastantes días de antelación.

O mejor aún.

- Que me lleves a una piscina con cloro, césped y bar cerca. :-)

Rebecca

3 comentarios:

  1. JAjajaja, yo no vivo cerca de la playa y me pasa igual! Mira que me gusta una montaña! Lago de agua dulce y fresquita y hierba al salir...y nada de abuelismo torrado al sol!!!

    me he partido de risa!

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  2. sensacional esta entrada !! describes un dia perfecto de playa !! jajajaja nosotros fuimos hace muy poquito a la playa con nuestro peque de 8 meses. Exactamente llegamos sobre las 7 y a las 7 y media nos fuimos.... mi marido es pecoso y yo blanquita , asi huimos del sol. Además el pelotón de gente que hay en verano nos agobia mucho. Por eso al leerte se me han escapado unas risitas porque me imaginaba al detalle toda la excursión a la playa. YA tienes otra seguidora así me iré leyendo tu blog a ratitos.

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  3. Jejeje, se te olvidó contar la experiencia de ese crujiente placer de comer la merienda con arena, de beber un refresco con arena o incluso de cuando te tomas un helado que te dura 2.5 minutos congelado y te chorrea y se te pega la arena de manera misteriosa ya que no has soltado el helado en ningun momento y el placer de no saber ni como ni donde limpiarte la mano. Jejeje viva las piscinas!

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